jueves, 25 de febrero de 2010

Fuerteventura


Ruta en bici por Fuerteventura (Islas Canarias-España) - del 25 Febrero al 4 de Marzo de 2.010
Como todos los años por estas fechas, mi metabolismo tropical no aguanta más el frío de Valladolid, así que el instinto de supervivencia y durabilidad me obligan a marchar al sur, aunque sólo sea por unos días, para recalentarme al sol y poder aguantar lo que resta de invierno (entiéndase hasta mayo en Valladolid).

Así surgió la idea de pedalear por las Islas Canarias, islas afortunadas, de eterna primavera,.....¡¡ya, ya!!....¡pasé un frío!.... ingénuo de mí, que creí la propaganda turística, y llevé mi ropa ligera, bañadores... por supuesto el saco de dormir de verano.... y algo ligero para las noches... al final me tocó usarlo todo junto, a la vez, y aún con esas, no entraba en calor en todo el día.


La isla de Fuerteventura siempre me llamó la atención, por desconocida, por su fama de inhóspita, despoblada, desierta y tranquila.... por ser el destino de los desterrados en España, y siempre he sentido debilidad por ir a conocer los lugares de los que menos se sabe por otros medios.
En este viaje estrenaré alforjas Ortlieb, espartanas dónde las haya, pero bueno, me acostumbraré a tenerlo todo revuelto en su compatimento único. (Nota año 2011: no estoy excesivamente satisfecho con ellas, he perdido un tornillo-rechame en 2 ocasiones, los adaptadores de grosor del sistema de anclaje se sueltan y la pestaña de plástico que sujeta la parte inferior al portabultos, es endeble y cede al primer bache, aunque cierto que no me dejaron tirado).


Día 1: Valladolid - Madrid - Playa de Pozo Negro:
Bus Valladolid-Aeropuérto de Barajas.... peléa con el chofér... que al final hizo la vista gorda con al caja. Y como siempre en destino ¡una enorme alegría al ver aparecer de nuevo, y entera, a mi compañera de viaje!: montaje, inflar ruedas, cargar agua, abandonar la caja... y en ruta.

Eran las 5 de la tarde, con un sol estupendo, y como a los de tierra adentro nos gusta ver el mar, opté por seguir el litoral todo lo posible. Eso me obligó a tomar una pista de arena con bastantes subes y bajas, algunos realmente pronunciados, al punto que en alguno creí que no podría ni andando. Tan mal debían verme, que unos turistas hasta se ofrecieron para ayudarme ¡a empujar la bici! Llegué a la playa de Pozo Negro, con un pueblecito de pescadores en un extremo. Me pareció tan agradable que decidí alojarme en el extremo opuesto de la playa, con el cielo por cubierta, porque estaba tan bonito que habría sido delito montar la tienda y perderme el espectáculo.






















Día 2: Pozo Negro - Playa Sotavento
Abandoné la costa para transitar por valles y "malpaíses" (campos de lava relativamente reciente), algunos caseríos abandonados, algún pueblo donde hice acopio de agua. A mediodía decidí dirigirme de nuevo hacia la costa, y tras un baño en el mar (por compromiso, ya que calor no hacía) continué hasta la población turística de Costa Calma, y de ahí decidí continuar por la misma arena de la playa de Sotavento, casi 20 km de playa virgen.
Muy agradable el atardecer, pero las playas siempre me han resultado algo traicioneras para la bici, se comienza pudiendo pedalear, y cuando ya llevas un buen tramo, se va ablandando la arena, hasta que te toca empujar la bici.... Eso no habría sido gran problema si no fuese porque seguía atardeciendo.....  y había una laguna a mi derecha que no me permitía salirme del brazo de arena por el que avanzaba.... y avanzaba.... hasta que casi era de noche. Conecté el GPS y me decía que a unos 2 km había civilización, así que continué empujando la bici... hasta que me encontré ¡¡la entrada de mar que alimentaba la laguna que me acompañaba por la derecha desde hacía kilómetros!! y la marea estaba pero que muy alta y subiento.... ¡subidón de adrenalina!, desaparece el cansancio.... las neuronas se ponen a funcionar a mil.... ¿cubrirá el mar el brazo de arena en el que estoy?... SÍ!! porque la tierra está mojada.... ¿cuántos cm de altura quedan, cuánto tiempo de margen tengo?.... 30 cm, y no más de 30 minutos.... ¿Me da tiempo a regresar por dónde he venido? NO!! Así que a buscar paso, tumbo la bici y me meto en la zona calmada de la laguna ¡¡me cubre entero!! ... corriendo para todos lados a ver la mejor opción.... me tranquilizó comprobar que si se daban mal las cosas, siempre podría nadar yo con la bolsa del manillar, y abandonar el resto....

Probadas y descartadas casi todas las zonas, sólo me queda probar por donde entra el agua desde el mar, pero entraba  tanto caudal y con tanta furia que daba miedo, pero era la última opción.... el caso es que pruebo y ¡sólo cubría hasta la cadera y la corriente era soportable! Así que regreso a buscar la bici, desmonto el equipaje, y como porteador africano, con los bultos en la cabeza, consigo pasarlos de uno en uno al otro lado. Aquí no acabaron los problemas, porque hubo otros dos ramales de agua que tuve que cruzar, desmontando todo de nuevo, pero afortunadamente eran más estrechos y yo ya iba "curtido".
Mi objetivo era alcanzar unas dunas secas en la orilla, a las que conseguí llegar, y en las que decidí pasar la noche, sin hacer mucho caso de la alarma por fuertes vientos de la que me había avisado mi madre por teléfono, ya que no se movía nada el aire, y es sitio parecía cobijado, así que preparé la cena, y como la noche era tan espectacular como la anterior, también prescindí de la tienda. Pues efectivamente, a eso de las 2 am comenzó algo de viento, que en pocos minutos se convirtió en una verdadera tormenta de arena, sólo pude cerrar mi saco todo lo posible y esperar a la mañana....


Día 3: Playa Sotavento - Morro del Jable
Lo que me encontré a la mañana siguiente fueron kilos de arena dentro de mi saco, la bici y alforjas semienterradas, y unas ráfagas de viento que me seguían tirando a la cara kilos de arena. Recogí como pude, avancé por la playa hasta poder salir a la carretera. El viento era tan fuerte que incluso en cuestas abajo pronunciadas tuve que pedalear, así que ni os cuento cómo lo pasé en las subidas, que las había, y bien pronunciadas.... Tras avanzar 19 km en 3 horas, en desigual pelea contra los Elementos, y en las que vencí a los diablillos que me tentaban para que pidiese a alguien que me llevase.... decidí quedarme a dormir en Morro del Jable, y buscar un hostal para desarenarme. Fue día de limpieza, desarenado, paseo y lectura.


Día 4: Morro del Jable - Cofete
El domingo amaneció más calmado, con sol y con ánimos renovados, así que monto todo ya limpio en la bici, y a recorrer la península de Jandía, que antiguamente formó reino independiente del resto de la isla, aunque viéndolo ahora, parece imposible que aquí se pudiese conseguir algún tipo de alimento, porque esto es lo más parecido a Marte, puro desierto. Un turista alemán me acompañó un tramo de pista, siempre se agradece compartir camino. Casi en el extremo más occidental de la isla está el pueblecito pequero de Puerto de la Cruz, ¡de lo más bonito y pintoresco que uno se pueda imaginar! está prohibido construir, por lo que se conserva igual como era en 1950, que no dista mucho a como llevaba siendo cientos de años: casas encaladas en colores pastel, calles sin pavimentar, detrás el desierto más ocre y seco jamás visto, y delante una playa con barcas de pescadores y el mar de un azul intenso....
Hoy el día está por depararme sorpresas agradables, unas turistas de Gran Canaria me invitaban a comer una cacerola gigantesca de guiso de pescado (típico del pueblo), pero rehusé la invitación porque quería continuar pedaleando un rato más, pero insistieron en al menos llenarme la fiambrera del guiso de pescado y gofio, lo que agradecí y degusté al rato, porque era una de las especialidades culinarias inexcusables de la isla. Marché al extremo de la isla, a Punta de Jandía, y allí, para mi sorpresa veo a lo lejos una mujer salir de un todoterreno gesticulando y gritando “Jorge”.... era la dueña del Hostal con su marido, me dieron consejos sobre zonas a visitar, y de lo conveniente de visitar Cofete, un pueblo que ni siquiera tiene electricidad, en la cara norte de la sierra que divide la península. Visité algunos acantilados y decidí ir a Cofete, tras superar la sierra, llegué casi anocheciendo, y para mi sorpresa, de nuevo la dueña del Hostal... estaba con una familia que vive en Cofete, y fue un verdadero placer compartir una velada de gofio, cuajo y ron con esta gente amabilísima.




Día 5: Cofete - La Pared:
A la mañana siguiente, tras pasear un buen rato por la inmensa playa de Cofete,  tocó regreso por el mismo camino hasta Costa Calma, y de allí, ya casi de noche hasta “La Pared”. La temperatura había bajado e incluso comenzaba a lloviznar. “La Pared” resultó ser sólo una urbanización, y el único bar-restaurante estaba cerrando, así que otra noche de lectura junto al mar. Los libros que llevé fueron guías de viaje, y en mi afán de culturizarme algo, llevé un libro de poemas de Miguel Hernández, que resultó ser un excelente somnífero, y creo que no llegué a la página 10 en todo el viaje.


Día 6: La Pared - Llano de la Concepción:
El siguiente día fue el más duro de toda la ruta, nublado, lloviendo a ratos, el viento de cara me cogió cariño, y fue girando conmigo según daba la vuelta a la isla, siempre le gustó saludarme (en la cara). Además comencé la parte verdaderamente montañosa de la isla, y el problema no era subir desde nivel del mar hasta los 600 m, sino que acto seguido se bajaban a tumba abierta, para volverlos a subir, y así varias veces. Además, en Fuerteventura entrenan en invierno muchos equipos de ciclismo profesional,  y no sólo no saludan, sino que te hacen unas "pasadas" que hunden la moral de cualquiera, sobretodo si estás subiendo una de las interminables cuestas con una bici cargada sobre la que pega el viento sin piedad. Aunque la moral no estaba para captar toda la belleza, sí que eran bonitos los paisajes de montaña desierta, los pequeños valles que algún día fueron cultivados pero en los que ahora sólo hay alguna palmera... sin embargo los pueblos de Pájara y Betancuria me parecieron intrascendentes, llegando a dormir a Llanos de la Concepción. Este día acabé cansadísimo, con mucho frío y con el viento sin amainar. No había hostal ni alojamientos, pero el dueño del bar en el que tomé algo caliente me ofreció quedarme en la terraza, que prácticamente era lugar cerrado.


Día 7: Llanos de la Concepción - Lajares:
Afortunadamente el miércoles amaneció soleado y sin apenas viento, avancé bastante, el terreno era llano y luego bajada por un valle hasta una acantilados negros sobre los que golpeaba un mar rabioso. También muy agradables las playas entre El Cotillo y su faro, donde a pesar de no hacer calor, me di el último baño del viaje. De nuevo de noche, fui hasta Lajares, pueblo de surfistas y dónde me iba a regalar la segunda especialidad de la isla “cabra”, pero el restaurante que lo ponía, cerraba los miércoles.... otra vez será. Como alternativa tuve una agradable velada en el bar de dos chicos peninsulares que por avatares de la vida habían terminado en Fuerteventera.



Día 8: Lajares - Lanzarote:
El Jueves iba a ser mi último día en Fuerteventura. Tras una noche en la que volvió a llover y volví a pasar frío, al menos amaneció soleado. El recorrido por la costa fue muy bonito, incluyó pueblecito de pescadores de postal, malpaises.... y si hay que poner un pero es la tortícolis que arrastraba desde el día anterior, y que me duró varios días. Por fin llegué a Corralejo, desde donde tomé el Ferry que me llevó hasta la isla de Lanzarote, donde había quedado esa misma tarde con Raúl, un amigo de Valladolid que me acompañaría durante los siguientes 4 días por Lanzarote.









1 comentario: